Por fin ha caído en mis manos un fetiche digno de ser narrado, descrito y alabado... Se llama Romancero y no es de Lorca, ni del pueblo, ni del Siglo XV. Es de una serie de muchachos, músicos ellos, que, comandados por una linda señorita, hacen unas melodías que me tienen loco el corazón. Se llaman La bien querida. Y no sé de dónde son... Siento que con lo que me gustan los datos enciclopédicos, no sabría precisar si de Bilbao, Madrid, Barcelona o del mismísmo Sur, que lo parece.
Hace unos meses, allá por noviembre, allá por la fiesta de los muertos, o quizás un poco antes, escuché nombrar y sonar a LBQ. Adivinen dónde... ¡Claro, R3!! Y me recuerdo perfectamente conduciendo una noche, maravillada por el asteroide B6-12 que se había inventado ella... y por el pelo alborotado y por su cara de niño malo... y por su forma de decir "que sí, que sí..."
Me encantaba la atmósfera un poco pegajosa, envolvente, plomiza incluso, que destilaban aquellas maravillosas canciones, solo cuatro, porque no conseguí dar con más de aquella demo.
Y hace menos meses, cuando ya me había repuesto de LBQ, salió el álbum, y me enfadé. No me gustaron los arreglos. Las canciones se habían transformado por completo, se habían vestido de feria, eran más... ¡alegres! A Corpus Christi, de repente, le faltaba un piano que me tenía loca... Era una sola nota que se repetía, rápida, a lo largo de todo el estribillo y que subrayaba primero el: "y yo" y luego una serie de sílabas tónicas... ¡me encantaba aquel piano que me hacía flexionar la cabeza y que marcaba el ritmo de mi paso en el metro...!
Y para qué hablar de 9.6...
Entonces le di la espalda al disco. Pero qué tontería, porque me estaba privando de una energía maravillosa...
Sin embargo todo tiene remedio. El concierto que dieron LBQ en el Contempopránea fue la cura de mi espantada y un auténtico disfrute. La verdad es que Ana me cautivó desde el momento en que salió al escenario, con ese tambor tan bonito, verde y rosa (¿se dan cuenta? ¡los colores de este blog!!), con esa serenidad en sus gestos, con esa original (y no necesariamente bonita) falda larga y esa prenda cuyo nombre desconozco, que se engancha en los brazos, pero no tiene mucho sentido.. más que el estético (¡vivan los fetiches!). Su manera reposada de interpretar, uno a uno, sin mucho aspaviento, esos temas tan cálidos, tan llenos de emociones vividas y padecidas fue una de las causas de mi fascinación.
Los músicos que llevaba (Albertillo Carrera, con su flauta y teclado; Manolo Benítez, con su batería y el cajón flamenco, y Ramón Vagué Zuazo, con su bajo,) llenaron el escenario y la noche alburquerqueña de notas mágicas, de una tela hipnótica que se completaba con la presencia de la guitarrista y voz, ¡qué voz!, Ana Fernández-Villaverde.
Aún queda un momento crítico de esa hora buena y bien querida: el descubrimiento para mí de 9.6. Muy diferente de como yo la había escuchado (lenta, reposada, incluso ñoña), se vistió de niña mala y nos sacó a todos a bailar ritmos electrónicos. A partir de ahí todo fue rodado, él solito... desgranando sus temas de cuchillo planetero (El zoo absoluto) o de apatía buena videra (ADN).
Pero si tuviera que elegir un solo fetiche de este CD yo creo que sería 7 medidas de seguridad, porque la letra fluye con tal naturalidad y frescura, que me parece que nunca voy a olvidar el efecto que causó en mí escuchar esos cuantos versos:
"Si me desperté una mañana a tu lado / es que el Universo no estará tan mal pensado / (...) que sí, que no, que quizás, / que nos bebimos el minibar..."
No sé cómo terminar... ¿Tal vez con la palabra FIN?
No: ¡Feliz Romancero!
Hace unos meses, allá por noviembre, allá por la fiesta de los muertos, o quizás un poco antes, escuché nombrar y sonar a LBQ. Adivinen dónde... ¡Claro, R3!! Y me recuerdo perfectamente conduciendo una noche, maravillada por el asteroide B6-12 que se había inventado ella... y por el pelo alborotado y por su cara de niño malo... y por su forma de decir "que sí, que sí..."
Me encantaba la atmósfera un poco pegajosa, envolvente, plomiza incluso, que destilaban aquellas maravillosas canciones, solo cuatro, porque no conseguí dar con más de aquella demo.
Y hace menos meses, cuando ya me había repuesto de LBQ, salió el álbum, y me enfadé. No me gustaron los arreglos. Las canciones se habían transformado por completo, se habían vestido de feria, eran más... ¡alegres! A Corpus Christi, de repente, le faltaba un piano que me tenía loca... Era una sola nota que se repetía, rápida, a lo largo de todo el estribillo y que subrayaba primero el: "y yo" y luego una serie de sílabas tónicas... ¡me encantaba aquel piano que me hacía flexionar la cabeza y que marcaba el ritmo de mi paso en el metro...!
Y para qué hablar de 9.6...
Entonces le di la espalda al disco. Pero qué tontería, porque me estaba privando de una energía maravillosa...
Sin embargo todo tiene remedio. El concierto que dieron LBQ en el Contempopránea fue la cura de mi espantada y un auténtico disfrute. La verdad es que Ana me cautivó desde el momento en que salió al escenario, con ese tambor tan bonito, verde y rosa (¿se dan cuenta? ¡los colores de este blog!!), con esa serenidad en sus gestos, con esa original (y no necesariamente bonita) falda larga y esa prenda cuyo nombre desconozco, que se engancha en los brazos, pero no tiene mucho sentido.. más que el estético (¡vivan los fetiches!). Su manera reposada de interpretar, uno a uno, sin mucho aspaviento, esos temas tan cálidos, tan llenos de emociones vividas y padecidas fue una de las causas de mi fascinación.
Los músicos que llevaba (Albertillo Carrera, con su flauta y teclado; Manolo Benítez, con su batería y el cajón flamenco, y Ramón Vagué Zuazo, con su bajo,) llenaron el escenario y la noche alburquerqueña de notas mágicas, de una tela hipnótica que se completaba con la presencia de la guitarrista y voz, ¡qué voz!, Ana Fernández-Villaverde.
Aún queda un momento crítico de esa hora buena y bien querida: el descubrimiento para mí de 9.6. Muy diferente de como yo la había escuchado (lenta, reposada, incluso ñoña), se vistió de niña mala y nos sacó a todos a bailar ritmos electrónicos. A partir de ahí todo fue rodado, él solito... desgranando sus temas de cuchillo planetero (El zoo absoluto) o de apatía buena videra (ADN).
Pero si tuviera que elegir un solo fetiche de este CD yo creo que sería 7 medidas de seguridad, porque la letra fluye con tal naturalidad y frescura, que me parece que nunca voy a olvidar el efecto que causó en mí escuchar esos cuantos versos:
"Si me desperté una mañana a tu lado / es que el Universo no estará tan mal pensado / (...) que sí, que no, que quizás, / que nos bebimos el minibar..."
No sé cómo terminar... ¿Tal vez con la palabra FIN?
No: ¡Feliz Romancero!
Gracias por haberme "llevado" a conocer a este grupo, y este disco!! Y ahora que me he encontrado cara a cara a LBQ (ella), sólo espero volver a verlos en un concierto!!
ResponderEliminarAy Virgen de la cueva... :-)
..que ahora no llueva!
ResponderEliminar